jueves, marzo 01, 2007

27. Voting and Efficient Public Good Mechanism – John Leyard

27. Voting and Efficient Public Good Mechanism – John Leyard

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Dado que las grandes economías de bienes privados cumplen con el Primer Teorema General del Bienestar, que afirma que el equilibrio de mercado es Pareto Eficiente, ¿por qué las economías de bienes públicos no lo son (ni lo pueden ser)?

El principal problema de las economías de bienes públicos es que: un comportamiento tomador de precios no es compatible con los incentivos de los agentes. Es decir, la provisión de un bien público genera un incentivo a desviarse de la cooperación e intentar obtener beneficios a costa de terceros.

Por lo tanto, resulta necesario buscar mecanismos externos que eviten que un individuo no pague por la provisión de un bien público. El principal problema es que no es posible, o por lo menos fácil, diseñar un mecanismo de asignación eficiente de recursos, y que a la vez sea compatible con incentivos impuestos externamente.

¿Entonces los mercados simplemente no funcionan? La respuesta es no. Empíricamente se ha comprobado que en las grandes economías de bienes privados pueden implementarse incentivos externos que sean aproximadamente eficientes.

¿Hay algún otro mecanismo, diferente de los mercados, que funcione para una economía de bienes públicos y que se acerque a las conclusiones del Primer Teorema General del Bienestar? Las dos respuestas más conocidas a esta pregunta son: (1) la aplicación de la regla de mayoría y los mecanismos de revelación de preferencias.

La regla de la mayoría y la revelación de las preferencias es compatible con los incentivos externos, su problema sigue siendo la eficiencia.


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Un bien público de cantidad fija existe cuando tiene un costo K y se presentan n consumidores que poseen una función de utilidad individual. A esta función de utilidad se le resta un impuesto t que es la cuota necesaria para la provisión del bien público. La magnitud de dicha cuota depende de la combinación de distintos mecanismo de eficiencia y eficacia.

Un bien público es proveído si el total de la suma de cuotas impuestas a los agentes es igual o superior al costo de producción del bien público.

Existen dos mecanismos básicos para la asignación de cuotas. El primero consiste en conocer la función de utilidad de agente y luego asignarle la cuota t en relación con la utilidad absoluta que el agente obtiene por la provisión del bien público hasta el punto en el que es indiferente entre tenerlo y no tenerlo. La segunda consiste en que el agente revele en cuánto valora la provisión del bien público, una vez que todos los agentes han revelado en cuánto valoran el bien, se asigna una cuota proporcional t con base en el costo K del bien. La magnitud se establece en relación al costo, la proporcionalidad en relación a las valorizaciones de los demás agentes.

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El principal problema con la asignación de cuotas es que no impide que los individuos mientan sobre sus preferencias, es decir, si se le preguntara a cada individuo en cuanto valora la provisión del bien este tendría un incentivo para dar un valor inferior al que de verdad piensa, pues es posible que otro pague la diferencia. Incluso, si el bien público no se produjera, este individuo no empeoraría su situación porque tampoco se le cobraría la cuota t.

Las dos maneras de solucionar este problema son: (1) establecer un mecanismo de votación por regla de la mayoría y (2) un mecanismo que castigue a los individuos pivote. La regla de la mayoría con preferencias de pico único garantiza que los individuos no mentirán sobre sus preferencias porque cualquier otra posición los aleja automáticamente de su punto óptimo. Cuando se castiga a los individuos pivote, se busca que los individuos no mientan y no hagan una diferencia con respecto a los demás. El problema de este mecanismo es que al castigar a los individuos pivote, recauda más recursos de los necesarios para proveer el bien público.

Sin embargo, de estos dos mecanismos ¿cuál es el mejor?


De entrada no es posible establecer que mecanismo es mejor a menos que se establezca un criterio de eficiencia. El autor menciona que las votaciones en ambientes de población grande tienden a ser lo más eficiente posibles para que los individuos revelen sus preferencias porque la posibilidad de que un individuo determine el sentido de voto de la mayoría es marginal. En la conclusión de la lectura el autor afirma que ha proveído la suficiente evidencia teórica como para demostrar que si bien no es posible establecer un mecanismo que sea eficaz y eficiente al mismo tiempo, la regla de la mayoría cuando los individuos tienen a infinito minimizan los incentivos que las personas tienen para desviarse. En grande economías la votación ha mostrado ser compatible con los incentivos y casi eficientes, en este caso eficiencia significa que no hay otro mecanismo por el cual se pueda mejorar la situación de un individuo por más que una pequeña cantidad. En las grandes economías, si prescindimos de la racionalidad de las elecciones, la votación funciona.





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