Los escritos de Juan Linz son los precursores de un gran número de ensayos y escritos políticos analizando las ventajas y peligros de un sistema presidencialista. El presidencialismo es criticado por Linz principalmente por la tendencia que genera hacia un régimen autoritario, donde el poder político estaría concentrado en una sola persona. Además, se le critica desde el punto de vista de la ingobernabilidad derivada de un arreglo institucional presidencialista combinado con un sistema multipartidista.
Linz nos dice que el presidencialismo comprende 4 criterios: el jefe de Estado es electo popularmente por un periodo fijo; el poder legislativo no puede nombrar ni destituir al ejecutivo; el jefe de Estado es también el jefe de gobierno; se basa en la división de poderes entre el presidente y el Congreso.
En cuanto a los cinco peligros que enumera Linz, el primero se refiere a la rigidez temporal, pues si un presidente es altamente impopular, la rigidez del periodo presidencial podría causar una parálisis gubernamental. El segundo se basa en la confusión entre jefe de Estado y jefe de Gobierno, ya que el jefe de Estado debe fungir como símbolo de cohesión y unidad nacional y el de gobierno tiende a ser parcial y a responder a los intereses del partido al que representa. El tercero es un problema de legitimidad dual, pues al devenir el poder legislativo y el poder ejecutivo de los resultados de las elecciones populares, no existe ningún principio democrático que defina quien representa, en última instancia, la voluntad ciudadana. El cuarto riesgo es la parálisis gubernamental que podría resultar de la elección de un presidente cuyo partido sea distinto al que obtuvo la mayoría en el congreso. Finalmente, Linz habla de la exclusión del perdedor mediante el término “winner-takes-all”, que se refiere a la condición de suma-cero de este arreglo institucional donde el perdedor podría quedar totalmente excluido de la acción de gobernar.
Sobre este artículo, consideramos que hay varias cuestiones que Linz no toma en cuenta. En sí, creemos que lo que importa es ver los arreglos institucionales existentes dentro de los países. Así, debemos analizar por ejemplo si las facultades de los poderes están claramente definidas. Además, en la mayoría de los países (incluyendo México) existen ya mecanismos para resolver las diferencias entre poderes, pues, aunque el presidente puede detener a la legislatura mediante el veto, existen otros mecanismos que ayudan al consenso, como el de mayoría calificada o los fallos de
Nacif, Benito, “¿Qué hay de malo con la parálisis? Democracia y Gobierno Dividido en
México”, en línea:
http://www.cide.edu/Democracia_y_gobierno_dividido_en_Mexico.pdf
consultado el 01 de mayo de 2005.
Este artículo trata de revindicar al presidencialismo poniéndolo como una sistema político no malo, a comparación de como varios autores lo describen (incluyendo Linz). El Dr. Benito Nacif enfoca el caso del presidencialismo en nuestro país, y analiza los cinco peligros propuestos por Linz sobre el presidencialismo mediante los casos concretos que han tenido lugar en México.
Es cierto que existen estos peligros, pero lo más importante es notar que no necesariamente se llega a la ingobernabilidad teniendo un presidencialismo y un gobierno dividido como sistema político en un país. De esta forma, se puede ver que en México el Estado sigue teniendo la misma fortaleza, se sigue legislando igual o más que antes, las propuestas en su mayoría son discutidas y aprobadas y existe una constante negociación entre Ejecutivo y Legislativo para no llegar a la parálisis gubernamental.
Por lo tanto, no se sigue necesariamente la tesis de que el gobierno dividido llevará al estancamiento político y a la ingobernabilidad, al menos en nuestro país.
Todo esto nos ayuda con nuestro estudio, pues tenemos bases para suponer de antemano una fuerte negociación entre ambos poderes. Sin embargo, en nuestro caso no importa mucho si en el Congreso se legisla más o menos a partir del gobierno dividido, sino la eficacia con la que se legisla. En particular, mediante el análisis del proceso de aprobación del PEF podemos notar que, a comparación de como propone el Dr. Nacif en su artículo, sí se puede desembocar en México en una parálisis gubernamental más fuerte que la que él considera. En aquellas reformas que involucran mayores costos a la sociedad en o aquellas decisiones obligadas a tomar por los poderes, el conflicto puede ser aún más fuerte e incluso insolucionable. Esto ha sido notorio en las reformas estructurales propuestas por el Ejecutivo actual, como la energética y la fiscal, donde, ha pesar de que ha habido un intenso proceso legislativo en torno a ellas, las iniciativas originales no han logrado ser aprobadas y el choque de poderes se ha hecho más que visible. Y aún más, en el proceso en torno a la adopción del PEF, los conflictos entre el ejecutivo y el legislativo se han intensificado cada vez más, al punto de que el primero ha decidido hacer uso del poder de veto que tiene para desaprobar el presupuesto adoptado por el Congreso en el 2004, suceso nunca antes visto en nuestro país. Dado que la aprobación de un presupuesto anual es obligatoria para el legislativo y la iniciativa queda en manos del ejecutivo, es de suponer que este proceso es uno de los que mayor conflicto entre poderes creará. Los resultados dependerán de factores como las estrategias de cada poder, las coaliciones que logren formar, el poder de negociación que tenga cada uno de qué tan creíble hagan su amenaza. Entonces, se podrá observar realmente la existencia de un conflicto entre poderes y la capacidad y las herramientas de cada uno para salir victorioso de éste, así como el grado de gobernabilidad existente en nuestro país en materias de suma importancia para la nación, y no sólo mediante el número de iniciativas legisladas y aprobadas por el Congreso a pesar de que muchas de estas sean sobre materias secundarias o implique costos o beneficios bajos o nulos para la sociedad.
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