miércoles, febrero 16, 2005

Olson (1993): Dictatorship, Democracy, and Development

En este ensayo Olson desarrolla la teoría del Bandido Estacionario para explicar la formación del Estado. Su teoría es una crítica directa a las teorías contractualistas sobre la formación de un Estado monárquico ó democrático, pues su teoría (o la lógica intrínseca a ella) intenta explicar tanto la formación del Estado autocrático, como la de uno democrático, a través del mismo razonamiento: actores auto-interesados que intentan maximizar su bienestar.
Dice Olson que bajo un régimen anárquico, existen “ladrones temporales” que llegan a los asentamientos sociales y se roban todo, destruyendo de esa manera los incentivos a invertir y a producir de esa comunidad. Para el autor, la mejor opción para ambas partes (tanto para el ladrón, como para las personas de esa comunidad), es que se establezca para siempre un ladrón estacionario en ella, que monopolice el uso de la violencia en esa región, de tal suerte que ningún otro ladrón pueda entrar a robar en ella, ni tampoco aparezcan nuevos bandidos dentro de ésta. Una vez llevada a cabo esta condición, un bandido estacionario racional sólo va a quitarles a sus “súbditos” una pequeña parte de su riqueza para que con lo que les resta, sigan invirtiendo y trabajando, de tal manera que siempre tengan algo que ofrecerle al bandido en un futuro próximo.
Como lo podemos notar, está en el propio interés del bandido estacionario el bienestar de sus súbditos, pues mientras ellos estén protegidos y seguros, viviendo en un régimen social donde la paz impere, ellos le seguirán produciendo una parte proporcional de su ingreso (un impuesto). Por esta razón, el bandido estacionario está dispuesto a proveerles un orden de paz y bienes públicos que incrementen su productividad.
Olson encuentra varios problemas en su situación hipotética. El primero tiene que ver con el tamaño del impuesto que el bandido les cobra a sus súbditos. El segundo es que el rey alguna vez tiene que morir, y al saber esto olvidará durante los últimos días de su vida el compromiso de mantener su reputación intacta de rey justo que respeta las leyes y los acuerdos.

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